Cuando era pequeño temía los fantasmas, estaba aterrado de ellos. Soñaba que por la noche aparecían y me llevaban a su mundo de oscuridad, cría verlos en las sombras, pensaba que eran terribles. Lo son. Lo eres. Mi querida B... te convertiste en un fantasma al que no veo solo de noche, al que veo en cada esquina, en cada respiración, en cada chica rubia que aparece en mi vida, no puedo volver a tomar café sin recordar como agitabas la negrura absoluta con algo de canela. Recuerdo y recuerdo intentando olvidar, mientras intento recordar más. Eres la tortura de mi vida. ¿Como se puede echar tanto de menos? ¿Como puedes sentir que te falta el corazón y los pulmones? ¿Como puedo andar si mis pies están atrapados en cemento? Querría que estuvieras aquí para responder a todo ello, aunque fuera imposible te creería si lo dijeras... siempre conseguías que tuviera esperanza.
Ahora el armario es más grande, la casa no huele a horrible incienso y no suena folk todo el día retumbando las paredes. Ahora hay menos risas. Ahora hay un espacio vacío en la cama, duermo en el sofá. La niña me pregunta por qué... le digo que tengo miedo de los fantasmas. Ella pone su manita en mi cara diciendo "está bien".
Querida B te quiero, te amaré eternamente... solo me gustaría poder olvidarte a veces.
Atentamente, el hombre perdido.
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Desde hace mucho estoy condenada a una cárcel de palabras, en la que cada vez me hundo más. Mi alma tiene un precio, todo lo que soy son trocitos desperdigados, fragmentados, escondidos. Mis palabras se han convertido en los susurros de un pez sin lengua ¿los oyes?